Los faros son razón viajera y su halo de ensoñación sigue sin apagarse. En pleno invierno pandémico no hay mejor bálsamo que apostarse (o imaginarse) al pie de las torres luminosas canarias, en espacios puros, expuestos y aun así tranquilizadores, barridos por descomunales ópticas dignas del Atlántico. Exigen en algunos casos acceder a pie, como en una novela de Julio Verne; otros despuntan envueltos de volcanes, o proyectan su sombra sobre plataneras o un saladar. Incluso escoltan bañistas en playas quemadas por un sol africano. Y, por supuesto, estos 11 faros en las islas Canarias exhiben también la belleza majestuosa de sus atardeceres.
Rodeados de volcanes o de salinas, para dormir o degustar un arroz y en enclaves donde asombrarse con un atardecer frente al Atlántico. Las torres más escenográficas de las islas
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