A las 7,30 de la mañana del pasado 30 de diciembre en la puerta de la panadería Brulée en Colmenar Viejo (Madrid) 5 clientes protegidos con pasamontañas tiritaban en la cola a 2ºC bajo cero. En el momento de la apertura, justo a las 8,00, cuando ya me retiraba, la fila había crecido hasta medio centenar de personas. El tiempo de espera estimado iba a ser de una hora y cuarto para el último recién llegado. “La culpa la tiene Vd. Sr. Capel”, me dijo con media sonrisa nada más salir alguien que no fui capaz de reconocer enfundado hasta los ojos. El único responsable es el roscón que está cojonudo, le respondí al paso.
Cuando el éxito desborda a una panadería artesanaRead MoreÚltimas noticias | EL PAÍS