En Castilla-La Mancha las distancias se miden en tiempo, no en kilómetros. Una tierra donde la sombra escasea más que el azafrán, condimento del que se cree saber más de lo que realmente se conoce de él. Desde que los árabes lo introdujeron en la península Ibérica, poco ha cambiado la manera de trabajarlo. La rosa del azafrán es una flor muy arraigada a la tierra y una especia indómita, como un potro salvaje. Como lo es el paisaje al que ha tenido que adaptarse, e incluso encaramarse, en algunas localidades de esta quijotesca comunidad.
De Alcalá del Júcar, en Albacete, a la villa toledana de Consuegra, una ruta entre molinos y campos teñidos de violeta en busca de esta delicada flor, cuyo ancestral cultivo pervive en estos parajesRead MoreÚltimas noticias | EL PAÍS
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